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Tras muchos años queriendo hacer algo de cómic, por fin ha llegado la hora. Y que mejor manera que adaptando un relato del mamón de Melez, que aparte de una buena historia, es ideal para un cómic oscuro (como no podía ser de otra forma).
Melez hará la adaptación del guión y algunas ilustraciones, y yo haré el dibujo en su totalidad, siempre y cuando me pague primero lo que me prometió, y me quite la cadena del tobillo. XDD
Según vayamos aprobando los diseños de personajes y ambientación, los iremos mostrando.
A continuación el relato a adaptar:
Miro por esta misma ventana y la veo brillante bajo la luz de la mañana en el jardín, con su pelo dorado recogido con aquel viejo pañuelo azul, sentada mirando hacia el mar. Siempre pensativa y triste. Siempre acariciando su bien más preciado. Sus rosas.
Sí, aún recuerdo cómo solía acercarme a ella y aquella dulce fragancia, que ni siquiera el frescor del mar podía eclipsar, la envolvía. Al despertarme cada mañana en esta misma cama, al abrazarla entre mis brazos su piel seguía emanando aquel hermoso olor.
Ella pensaba con tristeza que nunca sería tan bella como sus preciadas flores. Las observaba con sus pequeños y cansados ojos y no podía evitar dejar caer una lágrima.
Me enamoré por cómo era desde el instante que la vi paseando por el parque de la ciudad, bajo los viejos almendros que esperaban que el frío viento del invierno les recordara que volverían a ser bellos. Ella me ofreció la luz de su sonrisa, me proporcionó paz con tan sólo una caricia, y sé que ningún ángel en el cielo podrá hacerlo jamás. Moría y muero por los segundos alejado de su presencia.
No pude hacer nada al ver cómo ella se alejaba de mí. Me sentía como si cruzara un largo puente pendiente de un enorme vacío para intentar llegar a sus brazos que esperaban al otro lado. Pero a cada paso, en cada intento, el puente se hacía más y más largo y ella seguía esperando. Nunca me cansé de intentarlo. Pero al fin se marchó después de diez lluviosos veranos y nueve destructivos inviernos…
…Y caminé por el mismo lugar que ella en vida, por el jardín donde el reflejo de la luna en el mar celebraba la melancolía que llevo dentro, donde me sentía morir. Pues sin ella el ojo del sol siempre estuvo ciego para mí y ningún nuevo día podría renacer. Ya no encontraba los sueños y no descansaba en la noche. Dejé de contar ovejas en infinitos intentos y tras ellas vinieron las bestias que no dudaban en cobijarme o morder. Los recuerdos, los pensamientos, las fantasías se oxidaron.
Las estrellas observaban mi caída por ella, el dolor que sentía por su muerte y mi mundo parecía apartarse de los demás para permanecer con el recuerdo. Ella ardía en mí, su deseo latía en mí y era el pulso que movía mi viejo corazón.
Llegaron las lágrimas en la oscuridad. La lluvia se deslizaba sobre mi desnudo cuerpo que noche tras noche vagaba por el mismo lugar en el que ella meditó tantas veces. El sonido de las mareas golpeando el arrecife ya no me reconfortaba. Se convirtieron en olas silenciosas ya que no pudieron cambiar que ella se marchara antes de que el amanecer entrara por nuestra ventana.
Pero una de aquellas noches se silenció esta elegía. Observé a mi alrededor y comprendí que sólo ellas siguen ahí, perpetuando en el tiempo su recuerdo frágil pero hermoso. Pude cortarlas de su rama, observarlas plenas en color y vida, pero aunque dejé que su cercenado tallo bebiera del agua que les da el sustento de la tierra en la que crecen, en pocos días dejaron que sus tersos pétalos se desprendieran sobre mis cansadas manos. Volver a mirarlas sólo mostraba la frialdad del paso del tiempo. Al tiempo comprendí que la oscuridad que en un principio puede darles la muerte, en la misma muerte les dará la vida eterna. Por fin me revelaron ecos de un mañana donde podía ver mi tristeza desaparecer. Donde veía arder el pasado. Ahora cuando amanece y despierto puedo recordar lo bella que fue.
Cierto, el color de su piel, su suavidad se apagó. Ya no percibo su fragancia bajo la confortable luz de la mañana. Pero el olor no me importa. Tal vez produzca nauseas las primeras noches. Y es cierto que en la soledad se hace más difícil. Pero desaparece.
Y preguntáis por qué y la respuesta se halla ante vuestros ojos. La recordaré tal y como siempre deseé recordarla. Bella como el mes de junio, como el cálido sonido del verano. El viento que fluye y las flores que crecen. Una rosa pura como ella siempre quiso ser.
That's all folks...
Me entero de todo: No me entero de casi nada: Miembro de: